El nacimiento de la Filosofía en Occidente se produce en el siglo VI a.C. en la antigua Grecia, en concreto, en la ciudad de Mileto, situada en costa jonia (la actual Turquía).
El surgimiento de este nuevo tipo de saber y su dedicación a los temas que constituyeron el objeto de sus primeras investigaciones no puede entenderse al margen de las condiciones sociales y políticas existentes.La civilización griega comenzó a desarrollarse en una sociedad muy jerarquizada, en la que todo el poder económico y político estaba en manos de una aristocracia rural y guerrera.
Esta situación se prolongó hasta que sucesivas crisis económicas, en conjunción con factores tales como el aumento de la población y las luchas entre aristócratas, ocasionaron algunos movimientos migratorios que tenían como objetivo el establecimiento o la fundación de ciudades coloniales más abiertas y tolerantes. La aparición de la moneda incrementó los intercambios comerciales y, con ellos, los contactos con otros usos culturales. Se hizo posible entonces la crítica a los contenidos de la tradición. A esta época de la civilización helénica se le ha llamado periodo arcaico y discurrió, aproximadamente, entre los siglos IX y VI a. de C.
Antes de que surgiera la filosofía, como un intento de explicación racional del mundo, los poetas (fundamentalmente, Homero y Hesíodo) habían construido una imagen del mundo, imagen que le daba a éste una cierta coherencia aún a riesgo de tener que dejar volar la imaginación para que las piezas de este rompecabezas encajaran.
Pero algunos de ellos, como el propio Hesíodo, ya se dieron cuenta de la necesidad de exigir explicaciones más objetivas, de buscar una voluntad de verdad en las explicaciones, en las narraciones, en los cuentos (mythoi). Así pues, es,sobre todo, duranteel siglo VI a. de C., y en las colonias griegas de Asia Menor, cuando los primeros filósofos escriben sus obras movidos, no sólo por la voluntad de verdad, sino también por el deseo de información objetiva para la vida práctica. Si Hesíodo aún podía seguir pensando, por ejemplo, que el sol era como un carro conducido por Apolo, los primeros filósofos dirán que es como una rueda que gira. La analogía dejar de ser personal o personificada para ser más objetiva (aunque pueda seguir siendo, como en este caso, falsa).
De esta manera, se va consolidando una nueva actitud vital e intelectual, que es el principal soporte del origen la filosofía como un intento de hacer comprensible el mundo circundante, que, en una primera mirada, resultaba asombroso al ser humano. Los primeros filósofos critican el discurso mítico como forma de explicación de la realidad y lo sustituyen por el discurso racional: es lo que tradicionalmente se denomina en Historia de la Filosofía como “paso del mito al logos”. En realidad se trataba de trasladar el impulso racionalizador surgido del intento de ordenar el nuevo espacio político y social creado en torno a la polis (ciudad-estado) a la investigación sobre la Naturaleza (physis).
La polis democrática de Mileto había sustituido la fuerza y el linaje como únicas herramientas válidas en la toma de decisiones sobre los asuntos públicos por la argumentación y la palabra (logos).
Estos filósofos, denominados “ presocráticos ” más por los temas tratados que por el hecho de ser, cronológicamente hablando, anteriores a Sócrates, hubieron de enfrentarse al reto de buscar las primeras explicaciones sobre el origen del universo (cosmogonía), su actual estructura y funcionamiento (cosmología) con la sola arma de la razón y la observación de los hechos que sucedían a su alrededor.
Así pues, como un mismo saber indistinto, surgieron en nuestra cultura la filosofía y la ciencia. Esta nueva mirada sobre la naturaleza propició una verdadera revolución intelectual. Desde entonces, la cultura occidental cambiaría espectacularmente de rumbo, haciéndose para siempre deudora de esta época de la civilización griega.
EL MITO COMO EXPLICACIÓN DE LA NATURALEZA.
A partir de los restos de cultura que han llegado hasta nuestros días (utensilios, cerámica, sepulturas, pinturas rupestres, etc.), podemos ver que, desde los tiempos más remotos, los grupos humanos ya intentaban dar explicaciones a los interrogantes que les planteaban la naturaleza y la sociedad: ¿por qué, de pronto, el cielo se nubla, se producen rayos y truenos y se pone a llover? ¿Por qué se pasa del calor al frío? ¿Por qué vuelven las estaciones? ¿Cuál es la causa de las plagas, las epidemias, etc.? ¿Por qué unos dominan sobre otros?... Aunque muy diversas, las primeras respuestas a estas preguntas tienen algunas características comunes: todas son de carácter religioso; es decir, todas entienden los fenómenos naturales como resultado de la acción de seres sobrenaturales, de divinidades.
Esta forma de interpretar o de explicar la realidad se ha denominado pensamiento mítico. El mito es una narración que explica el origen o la naturaleza y funcionamiento de una realidad, natural o social, en la que intervienen personajes sobrenaturales que encarnan las fuerzas de la naturaleza o las estructuras de poder de la sociedad. Sin duda, estas narraciones nos parecerán fantásticas; pero si las examinamos a fondo, observaremos que poseen una lógica (del griego “logos”, “razón”). En primer lugar, sólo por el hecho de tratarse de una explicación, debe considerarse un producto de la capacidad humana de ir más allá de los datos de los sentidos y de buscar las causas de los fenómenos. En este sentido, el pensamiento mítico representa un gran progreso del instrumento adaptador que hemos llamado conocimiento.
Ahora bien, como los protagonistas de este tipo de narraciones son personajes sobrenaturales, los mitos adquieren a menudo un carácter dogmático, porque se convierten en sagrados: así, serán objeto de veneración y, por tanto, indiscutibles. Ésta es la cara negativa del mito: en este aspecto se convierte en un lastre para el progreso del conocimiento. Por eso, el paso siguiente en el progreso cognoscitivo humano será la aparición del llamado pensamiento racional, un paso adelante en relación con el mítico, no tanto por sus productos, las teorías científicas y filosóficas, como porque se trata de una nueva forma de explicar la realidad.
Lo cierto es que las explicaciones que ofrece el pensamiento racional, sobre todo al principio, no difieren demasiado de las míticas, pero se presentan de una forma radicalmente diferente: como hipótesis que pueden ser sometidas a la crítica, ya que se trata de un producto humano donde no intervienen seres sobrenaturales. En muchas historias de la filosofía, se fija el inicio del pensamiento racional en un momento determinado (siglo VI a. de C.), en un lugar determinado (Mileto) y por obra de un personaje determinado (Tales de Mileto). Pero esto sólo es verdad en parte. Es cierto que con Tales de Mileto se inicia en Occidente un tipo de pensamiento que contrasta con el mítico.
Sin embargo, si al llamarlo “racional” se quiere indicar que el otro era irracional, ya hemos visto que esta calificación no resulta del todo adecuada. Cabe decir que este tipo de pensamiento no surge de golpe, como resultado de una ruptura total con el anterior –aunque ciertos estudiosos lo hayan creído así y algunos, incluso, hayan calificado su aparición de «milagrosa»-, y derivado de un supuesto «genio griego».
El que esta forma de pensamiento se iniciara en aquella ciudad y en aquel momento se debió a que existían unas condiciones determinadas que lo hicieron posible. Tampoco es cierto que la aparición del pensamiento racional sea un fenómeno exclusivamente occidental; en la India y en China también surgen, más o menos en la misma época, formas de pensamiento que se pueden calificar igualmente de racionales, aunque sean muy diferentes. Las circunstancias que prepararon e hicieron posible que, dentro del mundo griego y en una época determinada, se diera el paso del mito a una nueva forma de pensar son, pues, muy diversas.
DEL MITO AL LOGOS.
Condiciones sociopolíticas.
Desde el punto de vista socio histórico, la fragmentación de la sociedad griega en póleis favoreció muchísimo el debilitamiento del dogmatismo del mito y un refuerzo de la discusión y la crítica, es decir, del razonamiento. En contraste con las civilizaciones vecinas -la persa, la egipcia, etc.-, que tenían una organización política fuertemente centralizada en forma de grandes imperios, el mundo griego estaba formado por un conjunto de pequeñas comarcas autónomas, llamadas “póleis”, que tenían diferentes organizaciones políticas y sociales, diferentes leyes y diferentes sistemas económicos.
Podríamos decir que sólo tenían en común el hecho de que hablaban una misma lengua y la conciencia de pertenecer a una misma cultura (creencias, religión, expresiones artísticas, etc.).
Los juegos olímpicos, que cada cuatro años reunían durante unos cuantos días a representantes de todas las póleis, son una buena muestra de esta Siglos antes de la aparición de estas póleis eran las ciudades micénicas las que ocupaban esos espacios, aunque organizadas según una estructura radicalmente diferente, muy similar a las estructuras políticas de los grandes imperios como Babilonia y Egipto: en medio se encontraba el palacio central, grande y sólido, donde vivían el soberano y los otros gobernantes; y en torno a él se extendía toda la red de viviendas de los agricultores y de los artesanos (el demos, “pueblo”).
Las invasiones de los dorios, unos pueblos pastores del norte no tan cultos, desencadenaron una crisis de soberanía de la civilización micénica que, a la larga, daría origen a la polis. El cambio social se aprecia incluso en la configuración física de las ciudades: justo en el centro, en lugar del palacio, dejaron un gran espacio vacío -el ágora- donde confluían las calles del conjunto de viviendas construidas en torno a él. Los ciudadanos se dirigían al ágora para discutir de «política», es decir, de cómo debían organizarse los asuntos relacionados con la polis. Justamente en las discusiones que allí se suscitaban, encontramos el inicio del discurso racional, el que fundamenta las afirmaciones en razones y no en la autoridad divina.
Hay que tener presente también que, a causa de las invasiones dorias, muchos de los habitantes de las ciudades micénicas tuvieron que emigrar; navegando, llegaron a las islas del mar Egeo y, sobre todo, a las costas de Asia Menor, a Jonia, donde fundaron ciudades que, al cabo de un tiempo, se convirtieron en centros comerciales.
Para potenciar el comercio, muchos de estos ciudadanos fueron estableciendo colonias a lo largo de las costas del Mediterráneo y del mar Negro. Así conocieron nuevas culturas y pudieron contrastar costumbres y formas de pensar. Además, antes de poder instalarse definitivamente en un punto determinado, se habían visto obligados a vagar por el mar, a sobrevivir con grandes dificultades e, incluso, a recurrir a la piratería. Esta vida errante había favorecido una visión libre e irreverente del mundo, que debilitó sus lazos con la tradición.
Carácter original de la religión griega.
Algo llama la atención sobre la religión griega que no está presente en las demás religiones como la egipcia y la babilónica: entre los griegos no existía una casta sacerdotal que se erigiera en depositaria y conservadora de la pureza del mito. Los mitos griegos se difundían y se aprendían de boca de los aedos, los poetas que de ciudad a ciudad iban cantando las excelencias y las hazañas de héroes y dioses.
Como había muchos y muy distintos poetas, y no sometidos a un poder central que velase por la interpretación correcta sus relatos, los mitos, los relatos de los dioses y héroes, se fueron modificando, interpretando según los gustos de las distintas ciudades y de esta forma fueron perdiendo progresivamente el aspecto sagrado.
Por eso, hacia los siglos VIII y VII, los mitos griegos ya tenían características propias que los diferenciaban de los de las otras civilizaciones y los acercaban al pensamiento racional. Los dioses griegos se habían hecho muy parecidos a los hombres y, en consecuencia, no constituían modelos muy respetables: eran envidiosos, mentirosos, tramaban engaños, etc.
En estos relatos míticos encontramos, incluso, a humanos que se atrevían a desafiar a los dioses. Según esto, no resulta extraño que sea en Grecia donde, pensadores audaces, se atreviesen a desafiar las explicaciones religiosas y optasen por un modelo diferente, uno que prescindiese de dioses que, por otra parte, no eran muy recomendables.
BASES CONCEPTUALES DE LA EXPLICACIÓN RACIONAL.
En líneas generales, podríamos afirmar que la filosofía presocrática surge en estrecha conexión con los siguientes interrogantes:
a) ¿Cómo es la realidad observable y por qué es así y no de otro modo?
b) ¿Cómo podemos conocer esa realidad si se muestra cambiante? Para responder a estas preguntas, los primeros filósofos comenzaron a desarrollar toda una nueva serie de ideas o conceptos, que, en sus rasgos más generales, compartirán la mayoría de ellos. Las respuestas, además, dieron lugar
posteriormente a la aparición de dos disciplinas filosóficas concretas:
a) la metafísica (la forma racional de estructurar y explicar la realidad).
b) la teoría del conocimiento (la forma de abordar y explicar nuestro conocimiento de ella).
¿Qué es la realidad?
Su manera de entender la realidad está guiada por dos ideas principales:
1.- La búsqueda de lo permanente o común:
a) En primer lugar hay que distinguir entre lo que hay de PERMANENTE en las cosas frente a lo que hay en ellas de CAMBIANTE, sus distintos estados o apariencias.
b) Lo permanente, constituye a su vez la ESENCIA (lo que las cosas realmente son a pesar de sus cambios posibles de apariencia y estado), frente a las APARIENCIAS (lo que las cosas parecen ser).
c) Esta manera de ser constante es lo que hay de idéntico o común entre seres que muestran apariencias diversas. La esencia es pues el fundamento de la UNIDAD de las cosas frente a la MULTIPLICIDAD de sus estados o apariencias, así como frente a la multiplicidad de individuos que la comparten.
2.- La búsqueda de lo permanente y común está asociada a una segunda convicción fundamental: todo el universo se reduce, en último término, a uno o muy pocos elementos. Esta convicción constituye otro de los pilares sobre los que se asienta la investigación racional acerca del universo. A este principio último los griegos lo denominarán “arjé”.
¿Cómo podemos conocerla?
a) Conocer las cosas será, por tanto, conocer lo que verdaderamente son, lo que tienen de común y permanente (conocer su esencia).
b) Por muy útil que sea el conocimiento sensible, los sentidos no bastan para proporcionarnos el conocimiento. Antes al contrario, los sentidos le muestran una multiplicidad de individuos, de apariencias y estados cambiantes y accidentales.
c) Es necesario hacer un esfuerzo racional, intelectual para alcanzar el ser de las cosas. Por lo que los griegos establecerán una dualidad en el conocimiento: razón frente a los sentidos. Por un lado los sentidos nos ponen en contacto con las cosas y, por otro, la razón nos hace llegar a la verdad de las mismas.
Referencias bibliográfica
La Filosofía Presocrática. Varios. Publicaciones del Departamento de Historia de la Filosofía de la Universidad de Valencia, 1978.
Los filósofos griegos. W.K.C. Guthrie. Editoral Fondo de Cultura Económica. México 1953. http://www.webdianoia.com/ Filosofía para estudiantes de Secundaria, con la biografía, relación de obras, pensamiento, textos, y ejercicios sobre algunos destacados filósofos y filósofas, así como información sobre la Selectividad. Última actualización: octubre de 2010. Filosofía y Ciencias Sociales. Vicisitudes Epistemológicas en el siglo XXI www.iessene ca.net/iesseneca/IMG/pdf

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